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lunes, 9 de mayo de 2016

HISTORIA DE LA AMNISTÍA EN ESPAÑA

LA AMNISTÍA EN EL CONTEXTO ACTUAL (INTRODUCCIÓN)

La crisis oficial que el sistema político, social y económico en la que España está sumida desde hace ocho años se encuentra en plena fase de profundización. Los niveles de pobreza, desempleo, precariedad y miseria general se disparan a la velocidad de las pelotas de goma con la que las fuerzas de orden y seguridad del estado fascista tienen ordenado proteger. Todo ello sería imposible sostenerlo sin el uso y subsiguiente aumento de la represión, parte dialéctica del tema que abordaremos, razón de ser de nuestra organización: la amnistía.

Es una ley política que a medida que la burguesía incrementa su represión hacia la organización de la clase obrera, la resistencia de ésta también lo hace, de manera gradual o exponencial, eso depende de las condiciones objetivas del momento. No descubrimos nada al indicar que la correlación de fuerzas es desfavorable, pero es tal el grado de desconcierto que impera en el movimiento popular que nos sentimos empujados a dejar claro nuestro pronunciamiento al respecto.

Lo que está claro es que la amnistía como reivindicación política es una necesidad primordial a la que el conjunto de los trabajadores debemos aspirar a conseguir si queremos alcanzar los derechos dignos que la burguesía nos niega a diario.

Por lo tanto, creemos que es necesario conocer cuál es el inicio y el desarrollo de la lucha por la liberación de los presos políticos, para que así podamos organizar la solidaridad de manera efectiva.

Pensamos que los datos que hemos reunido pueden servir como contribución a la hora de clarificar algunos aspectos sobre el asunto, importantes para difundir la consigna.




LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ (1812)

Para que nos hagamos una mínima idea de la falta total de libertades políticas de las que el pueblo se ha visto privado durante la historia del estado español, la primera ley de derogación penal por causas políticas se promulga por primera vez a principios del siglo XIX.

El Artículo 171 de la Constitución de 1812 otorgaba a la figura del rey la decisión de “indultar delincuentes con arreglo a las leyes”. De hecho, aparecieron diputados en las Cortes que se mostraban contrarios a que la reforma del Código criminal de la época concediera una amplía liberación de los presos, viendo la puesta en libertad como último recurso ante la obsolescencia de otras leyes. Sin embargo, el artículo fue aprobado por las Cortes.

No obstante, casi no llegó a entrar en vigor, a causa de la situación en la que el estado se encontraba, en plena Guerra de Independencia contra el imperio francés.

La Constitución de 1837 se limita a subrayar el artículo de la de 1812, haciendo lo mismo la Constitución de 1845. En 1856 se trató de decretar una ley de indulto general, limitando la amnistía al excluir a los gobernantes, otorgando la práctica a decisión del Parlamento. Pero la resolución no siguió adelante por motivo de la inestabilidad política de aquel momento y se terminó por restablecer la de 1845. Habría que esperar a 1869 para que se tratara de nuevo de establecer una novedad.




LA LEY DE INDULTO DE 1869

A consecuencia de la crisis que se da en 1866 en todas las formas del sistema monárquico constitucional, estalla La Gloriosa (Revolución de 1868), obteniendo la victoria la burguesía liberal enfrentada al reinado de Isabel II y dando lugar al Sexenio Democrático. Se abre un breve período que intenta romper con las anteriores formas de gobierno vistas en España, incluyendo en lo que concierne a la amnistía.

La Constitución de 1869, aprobada por el Gobierno Provisional, volvía a atribuir al Rey la práctica de la ley de indulto, que a su vez seguía exceptuando su aplicación a los gobernantes. Se propuso una ley de indulto particular. Parte de las Cortes se niegan a que la práctica del indulto particular deje de ser facultad del Rey. Esta ley produce controversia a raíz de una enmienda finalmente rechazada, con la que se pretendía extender la prohibición del indulto a las acciones que infringían la Constitución. El 18 de Junio de 1870, se gestiona la “Ley Provisional estableciendo reglas para el ejercicio de la gracia de indulto”. Sin embargo, la cuestión permanece en el aíre por la falta de fuerza de las masas oprimidas que propicie que las clases reaccionarias cedan al cumplimiento de la amnistía. No sería hasta la proclamación de la II República cuando la reivindicación se vuelva a plantear.




AMNISTÍA DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA

El nombramiento de la II República supuso el inicio de una época de libertades nunca antes habidas en la historia de España. Si bien es cierto que las condiciones que la república brindó fueron adecuadas para el avance del movimiento popular (es más, su instauración fue producto de la misma lucha de las masas), esta no dejó de ser un intento por parte de la oligarquía de impedir la toma de poder por las clases oprimidas.

El control de los oligarcas sobre la república queda reflejado en la amnistía, en concreto en la Constitución de 1931, tan endiosada por los progres, en la que deniegan el indulto general. Aunque la mayoría de la Cámara de Diputados se postuló en contra de la amnistía, también hubo una parte que abogó por concederla.

Se llegó a proponer la constitucionalización de la pena de muerte, por lo que se llegó a tantear la libertad para los presos por razones de humanitarias, políticas y sociales, pero la propuesta quedó en nada.

La práctica de la amnistía corría a cargo del Jefe de Estado, el Presidente de la República, requiriendo el informe del Tribunal Supremo y supeditando la amnistía al Gobierno.

Las luchas obreras y campesinas por la mejora en sus condiciones de vida se sucedían durante el transcurso del Gobierno Provisional y el bienio reformista. Las intenciones de insurrección popular cada vez se hacen notar más, sobre todo de cara a asesinatos en masa como la Masacre de Casas Viejas. Las conquistas democráticas que las masas alcanzaron desde el principio de la república fueron siendo retiradas cuando el bienio negro se impuso en las segundas elecciones. Las detenciones políticas aumentaban y las cárceles iban albergando cada vez más presos. El 5 de Octubre de 1934, en Asturias los obreros se hacen con el poder, habiendo el ejército puesto fin a la ofensiva en dos semanas. 30.000 trabajadores son encarcelados.

Las masas se manifiestan en las calles por la libertad de los presos políticos, dándose asaltos a las cárceles para liberarles y motines de los propios presos exigiendo su inmediata liberación. El Frente Popular, conformado por organizaciones obreras con algún preso político, va tomando forma. La amnistía no tardará en llegar.




AMNISTÍA DEL FRENTE POPULAR

Ante la necesidad imperiosa de paliar la situación represiva en la que se encontraba el pueblo, el Partido Comunista le presenta al Frente Popular una propuesta de cuatro puntos como programa electoral, siendo el primero de ellos y la piedra angular del mismo la amnistía para todos los presos políticos.

El 16 de Febrero de 1936, el Frente Popular gana por mayoría las elecciones y el 21 de Febrero la amnistía es aprobada por la Diputación Permanente de las Cortes. Los presos políticos por fin son liberados. Empieza un período histórico sin precedentes en la historia del estado español, lleno de esperanza para las clases populares. Con total seguridad, sin este punto, el Frente Popular no hubiera podido salir victorioso, debido a que aportaba una solución real a unos de los problemas fundamentales de las clases oprimidas como lo era la ausencia de libertades políticas.

La conquista de la amnistía fue la llave que abrió la puerta de la llegada de toda una serie de medidas democráticas que la clase trabajadora llevaba generaciones esperando y que dieron paso a la República Popular. El Frente Popular empezó enseguida a aplicar el resto de puntos de su programa, los cuales constaban de mejoras en las condiciones laborales de los trabajadores, reforma agraria y derecho de autodeterminación.

El fascismo no paró de conspirar contra el gobierno progresista del Frente Popular y de violentar el ambiente hostil provocado por sus fuerzas reaccionarias en el que trataba de aplicar su programa, desembocando sus ataques en el golpe de estado del 18 de Julio de 1936, que llevaba planeando tiempo atrás frente al poder que estaban alcanzando las masas.

Tras tres años de guerra civil en los que el bando antifascista dio un gran ejemplo de heroicidad defendiendo la República Popular, el 1 de Abril de 1939 el fascismo se impone mediante una barbarie genocida en toda regla con la ayuda directa del nazismo alemán, el fascismo italiano e indirecta de las “democracias” occidentales, dejando tras de sí la friolera de un millón de muertos y obligando a cientos de miles de personas a exiliarse.

Todo atisbo de progreso fue arrasado. Las cárceles se llenaron de presos políticos, montones de ellos fueron fusilados y quienes permanecían en las prisiones fallecían a causa de las lamentables condiciones de vida en las que tenían que sobrevivir. Bastantes de ellos subsistían con la ayuda que sus familias y los solidarios les hacían llegar desde el exterior, porque el sistema penitenciario prácticamente les abandonaba a su suerte.

Pero a pesar de la gigantesca desmoralización que implicó la derrota de la guerra y la represión con la que la dictadura intentó paralizar a la clase trabajadora, la lucha prosiguió. Las huelgas y las protestas se desarrollaron todavía en vida de Franco, con los consecuentes asesinatos y detenciones que el fascismo daba como respuesta.
Una vez que el régimen comenzó a maniobrar la transición, la lucha por la amnistía empezó a reanudarse.




LEY DE AMNISTÍA DE 1977 (O LEY DE PUNTO FINAL)

Si el país ya era un hervidero de lucha en los últimos años de vida del dictador, la situación se agudiza una vez que éste desaparece físicamente. Los presos se apretujan en las cárceles.

El 25 de noviembre de 1975, tras el nombramiento de Juan Carlos como heredero del genocida, se concedió un indulto general, conferido como un “homenaje en memoria de la egregia figura del Generalísimo Franco (q. e. G. e.), artífice del progresivo desarrollo en la paz que ha disfrutado España en las últimas cuatro décadas”. La amnistía seguía siendo considerada delito político por la legislación franquista. La represión es desmedida, por lo que todas las organizaciones de carácter popular recogieron la amnistía como primer punto en sus programas.

El 30 de Julio de 1976 es anunciada una ley de amnistía parcial, dirigida a presos no condenados por motivos políticos, firmada por Juan Carlos, ya Jefe de Estado designado por Franco, y Adolfo Suárez, secretario general del Movimiento Nacional. La transición que cambió algo para que todo siguiera igual no hizo más que comenzar. La ley no incluía a los presos comunes, por lo que con frecuencia se organizaron motines. Los jefes militares del ejército presionaron para que los militares amnistiados no recuperaran sus empleos ni titulaciones. Cientos de presos fueron puestos en libertad, pero la ley era una farsa, puesto que las razones políticas de los encarcelamientos seguían siendo delito. Los presos políticos seguían siéndolo y el pueblo reclamaba la amnistía total. A su vez, los usurpadores y traidores que llevaban décadas apuñalando al movimiento obrero por la espalda vieron el cielo abierto. Junto con los fascistas, confabulaban utilizar la ley de amnistía como chantaje para que la lucha revolucionaria acabara y se permitiera a unos, mantenerse en el poder, y a otros, ejercer de colaboradores. Mientras tanto, las manifestaciones pro amnistía representan la vanguardia del movimiento popular. Las fuerzas represivas y los grupúsculos terroristas del estado apresan, torturan y asesinan a montones de manifestantes y militantes políticos con la intención de frenar la consigna. El régimen cada vez se ve más obligado a cambiar sus formas de dominación para que la cosa no se le vaya de las manos.

El 11 de Enero de 1977 se habla de una amnistía que anule las penas por motivos políticos entre el 18 de Julio de 1936 y el 15 de Diciembre de 1976, en la que incluían a todos los criminales de guerra, los asesinos y los colaboracionistas del bando fascista, una auténtica afrenta que el movimiento pro amnistía, estando al máximo de sus fuerzas, ausente de una fuerte dirección revolucionaria y viéndose extorsionado por los revisionistas y los reformistas, no logra echar para atrás. El gobierno sigue negándose a conceder la amnistía. El 14 de Marzo, después de una serie de acciones revolucionarias realizadas por organizaciones armadas y las movilizaciones populares, se proclaman dos decretos. Las elecciones se hacen en medio de una flagrante lucha en la calle, ante el incremento de presos políticos.

El 15 de Octubre, la ley de amnistía es aprobada ante todos los grupos parlamentarios, a excepción de la abstención de Alianza Popular (el germen del PP, que bastantes años más tarde la apoyaría).

Estaría bueno apuntar que a organismos internacionales como la ONU o Amnistía Internacional, aunque han pedido varias veces su derogación a causa de la liberación de los fascistas que trajo consigo la ley de amnistía, nunca se les ha ocurrido mencionar una sola vez la amnistía para los presos políticos que siguen encerrados en las cárceles del estado español (de hecho, niegan su existencia). Bien haría Amnistía Internacional el plantear cambiar su nombre por “Amnesia”, le definiría a la perfección, y no mancharía tan intocable reivindicación.




Es imprescindible recordar que mientras unos presos salían, otros entraban de inmediato. El 9 de Octubre, días antes de ser aprobada la amnistía, el Comité Central del PCE (r) es detenido en una reunión en Benidorm. Sus presos y los de los GRAPO no fueron amnistiados, continuando su lucha en la cárcel contra la dispersión, por las mejores en las condiciones de vida en prisión, protagonizando huelgas de hambre (la de 1989 duró 435 días, siendo la más larga de la historia del estado), costando la vida de un militante de las respectivas organizaciones (Juan José Crespo Galende y José Manuel Sevillano) y dejando al borde de la muerte y con secuelas de por vida a otros tantos; y, por supuesto, la amnistía. Pese a las adversas condiciones en las que tuvieron que mantener la lucha y a no haber logrado poner fin a la existencia de presos políticos desde 1939, estas organizaciones continuaron resistiendo a la represión selectiva con la que el estado fascista se ensañó con ellas.




El PCE (r), los GRAPO, el Socorro Rojo Internacional, las organizaciones solidarias con los presos políticos y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco permanecieron como el baluarte del movimiento de resistencia antifascista en España, siendo el blanco principal de la represión del estado fascista hasta el fin de la transición y posteriormente.

Un detalle que suele pasarse por alto al recordar la lucha por la amnistía de por aquel entonces es su prohibición por la posterior Constitución de 1978, por lo que el ápodo a la última ley de amnistía de “Ley de Punto Final” le viene sin duda como anillo al dedo. La máxima cara visible del genocidio en España lo avisó antes de estirar la pata: “lo dejo todo atado y bien atado”. Y a partir de entonces, dejó de hacerse lucha obrera, dejó de haber resistencia antifascista y, por consiguiente, dejaron de existir presos políticos. Pero la historia de verdad, la de los oprimidos, no dice lo mismo.

El legado de dignidad que las organizaciones populares que no pasaron por el aro de la rendición, representado en los mártires que el todavía vigente fascismo español les arrebató, en los presos que salieron sin arrepentirse de lo que uno no se puede arrepentir nunca y de los que aún siguen recluidos en las prisiones es un grito indomable que viene a poner en su sitio a todos y cada uno los colaboradores del régimen que hoy, frente al estrepitoso fracaso de la transición de la dictadura, intentan borrar de un plumazo.

La historia demuestra que si hoy bastantes de nosotros estamos en la lucha, es gracias a la batalla que los revolucionarios continuaron a partir de la derrota de nuestros antepasados en la Guerra Nacional Revolucionaria. Somos la prueba viviente de esa contienda. El movimiento de nuevo tipo que se gesta desde prácticamente el inicio de la crisis no surge de la nada, es una prolongación de la lucha popular que empieza desde el final de la transición hasta la actualidad. No vamos a permitir que la desprendan de base política, tal y como se hallan pretendiendo hacer con su punta de lanza: la propia amnistía.




LA LUCHA POR LA AMNISTÍA EN EL PRESENTE (CONCLUSIÓN)

Después de analizar la historia de la amnistía en el estado español, vemos que apenas se ha logrado llevar a cabo, exceptuando su aplicación tras el paso de la República burguesa a la República Popular.

Su consecución simboliza un gran anhelo, además de poseer un inmenso calado para la clase obrera de este país, por lo que su importancia cobra hoy en día más sentido que nunca.

Como hemos podido comprobar en el transcurso de los últimos tiempos, el oportunismo, aprovechando el momento represivo generalizado que atraviesa el movimiento de resistencia y el movimiento popular, se ha encargado de despojar al concepto de la amnistía de contenido político, al igual que tiempo atrás ya lo venía haciendo con otros conceptos, como el de república o democracia.

Ante la urgente necesidad derivada de la confusión provocada por la creación de vacío ideológico que los agentes reformistas, infiltrados entre las filas del movimiento obrero, se encargan de ahondar, nosotros defendemos la consigna de la amnistía como total, sin medias tintas y yendo al origen del problema, que últimamente se encuentra más encubierto que nunca por la rama que le ha crecido para seguir ocultando su raíz. Esta rama es la llamada “amnistía social y sindical” (desde hace poco también “política”; “total”, ni rastro).

Corresponde preguntarnos a todos aquellos que luchamos por la solidaridad absoluta por qué surge y qué objetivos tiene el tan cacareado reclamo. No podemos olvidar que la aún actual crisis es dada a todos los niveles, y que el reformismo, como parte del régimen, también se halla en aprietos. Para seguir sosteniéndose, no le queda otra que introducirse en principios como el de la amnistía, de los que hasta ahora estaba apartados y que adquieren cada vez más relevancia y fuerza entre las masas, con la intención de promover desorden y poner en punto muerto el avance que sería para ellas su logro y el consecuente retroceso que implicaría para el propio reformismo. El objetivo de esa caricatura de la amnistía es la incitación a la política del legalismo del estado y la condena de la lucha revolucionaria consecuente. Para disculparse, sugieren que hay que utilizar el momento mediático que la reivindicación está viviendo. Esto tiene trampa. Tenemos que tener claro cuáles son los intereses y los beneficios de cada posición. La del movimiento solidario ha de ser firmeza en los principios y flexibilidad en la práctica, lo que quiere decir que debemos aprovechar para divulgar al máximo de nuestras posibilidades la premisa de la amnistía, pero al mismo tiempo hemos de denunciar la falta de contenido de la reivindicación que defendemos, refiriéndonos de paso a la distorsión histórica que afirma la falta de presos políticos desde la Ley de Punto Final hasta ahora y la política de las organizaciones revisionistas que han ocultado su existencia al pueblo, cuando no los ha mostrado como terroristas. Si no lo hacemos, estaríamos haciéndole el juego al enemigo.

Conviene resaltar que el deliberado planteamiento erróneo que el reformismo hace de la amnistía está a su vez destinado a ocultar el resultado que conllevaría su conquista, que sería la anulación del motivo de la condena de los presos como delito penal, y el enorme cambio que supondría en las condiciones de la lucha de clases en nuestro país. Pero esto es obvio que no les interesa que suceda.

No asumimos concesiones de ningún tipo. Nuestra posición es clara. Al contrario de lo que otros aseguran y que no merecen ni la mención, nosotros nacimos para resistir, porque sólo resistiendo se puede ganar. El resto son meros intentos de justificación de traición de las ideas revolucionarias. Que los renegados y sus cómplices especulen lo que quieran. Si nos atacan es señal de que vamos por buen camino. No aceptamos discusión sobre la amnistía, básicamente porque no la hay. Hay que organizar la lucha por la libertad de todas las personas que sean encarceladas por el sistema capitalista debido a razones políticas. Y la organización de esa lucha nos concierne a nosotros: los trabajadores. Pongámonos manos a la obra.